El renacimiento psicodélico: ¿qué es, de dónde viene y hacia dónde va?

Antón Gómez-Escolar Sanz

La investigación clínica con psicodélicos para el tratamiento de depresión, ansiedad, adicciones y estrés post traumático está revolucionando el campo de la salud mental e influenciando en cada vez más ámbitos de nuestra sociedad presente.

Últimamente se escucha hablar de psicodélicos por todos lados: “Celebrities” haciendo retiros de Ayahuasca, microdosis de LSD para mejorar la productividad en las startups de Silicon Valley, MDMA para curar traumas a un paso de ser legal, ketamina administrada en carísimas clínicas de salud mental, personas que hablan de las maravillas de las setas mágicas para curar depresiones o dejar el tabaco, universidades de prestigio creando centros de investigación psicodélica, empresas «psicodélicas» cotizando en Wall Street y recibiendo miles de millones de dólares en inversión, estados de EEUU descriminalizando o incluso legalizando psicodélicos, libros “best seller”, podcasts con millones de oyentes, series en Netflix y muchos artículos en todo tipo de medios. Sin ir más lejos, hace dos semanas el prestigioso New York Times abría en portada con el titular «The Psychedelic Revolution Is Coming. Psychiatry May Never Be the Same»  (o «Una revolución psicodélica llega a la psiquiatría» en su edición en español).

¿Qué está pasando? y, ya de paso, ¿qué son los “psicodélicos”? y ¿de dónde vienen?

Mädi, CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons
Autoría: Mädi

Los compuestos psicodélicos (también conocidos como “alucinógenos”) son un grupo específico de sustancias psicoactivas, que proceden de diversas familias químicas tanto de origen natural (presentes en plantas, hongos e incluso animales) como sintético, y que tienen la capacidad de inducir estados alterados de consciencia a través de la activación de receptores neuronales de serotonina (más específicamente los de tipo 5-HT2a). El término “psicodélico” deriva de las raíces latinas “psyche” (mente) y “delos” (manifestar), por tanto, el término hace referencia a su capacidad de “manifestar la mente” o los procesos mentales subyacentes, y se utiliza para designar a sustancias como la psilocibina (el principio activo estable principal de las setas mágicas), la LSD de los “tripis”, la dimetiltriptamina (DMT) que se bebe en forma de Ayahuasca o se «fuma»/vaporiza en su forma cristalizada y la mescalina de los cactus San Pedro o Peyote, pero también existen otras sustancias con propiedades psicodélicas indirectas o secundarias como sería el caso de la MDMA (conocida como «éxtasis«) o la ketamina que, si bien es una vieja conocida del mundo médico en anestesia y analgesia, ahora ya se autoriza y comercializa para el tratamiento de la depresión en su forma de esketamina bajo el nombre comercial de Sparavato®.

Aunque en algunas culturas las sustancias psicodélicas naturales de plantas, hongos y animales llevan usándose desde hace milenios [1], el descubrimiento de la LSD por Albert Hoffmann allá por el 1943 fue lo que realmente inició y espoleó el interés y la investigación de estas sustancias en occidente, lo que hizo avanzar enormemente el estudio del cerebro, además de ayudar a poner las bases de la relación entre la neuroquímica y el comportamiento [2] y permitió desarrollar nuevos modelos de tratamiento experimentales en salud mental muy esperanzadores usando psicodélicos, como la psicoterapia asistida con psicodélicos. Con estos nuevos modelos de tratamiento se conseguía que personas enfermas de cáncer terminal recuperasen la sonrisa en sus últimos meses de vida o personas que sufrían de alcoholismo dejasen la bebida [3]. Pero todo este movimiento quedó en vía muerta cuando su uso «fuera de la clínica o del laboratorio» por parte de los movimientos contraculturales y en contra de la guerra de Vietnam (que incomodaban mucho al gobierno de los EEUU y a diversos sectores conservadores), algunos casos mediáticos muy sobredimensionados por la prensa sensacionalista, unidos al desconocimiento sobre su funcionamiento neurológico y consecuencias a largo plazo, y a diversas campañas en medios de comunicación de masas [4], llevaron al gobierno de aquel entonces a prohibirlos a nivel federal en el año 1968 y poco después a nivel internacional, iniciando la famosa “guerra contra las drogas” y poniendo fin a una prolífica época de investigación clínica muy prometedora. Años más tarde, la historia se repetiría con la MDMA («éxtasis») con un guión muy similar, y daría al traste con una sustancia de enorme potencial clínico tras su prohibición en el año 1985 pese a la oposición de buena parte de la comunidad científica y de su (re)descubrimiento y “apadrinamiento” de Alexander “Sasha” Shulgin & Ann Shulguin.

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Autoría: Mark Goff

Y este podría haber sido el final de la historia, y los psicodélicos seguirían siendo otra familia más de drogas ilegales, supuestamente «con gran potencial de abuso y sin uso médico reconocido» como dice la ONU. Una familia de sustancias marginal, condenada al olvido y solo al alcance de psiconautas, si no fuese por el empeño y la tenacidad de algunas personas y organizaciones que, pese a las dificultades legales impuestas, mantuvieron la convicción de que los psicodélicos tenían un enorme potencial y lugar muy importante en nuestra sociedad si se sabían utilizar y controlar adecuadamente.

A partir de los años 90, unos pocos grupos de investigación empezaron a conseguir sacar adelante algunos estudios con psicodélicos. Por ejemplo, en EEUU se publicaron algunos estudios con MDMA (por parte del grupo de Charles Grob) y DMT (por Rick Strassman), y aquí en Europa de Ayahuasca (por parte de Jordi Riba & Manuel Barbano), MDMA (por Magi Farré, Rafael de la Torre & Jordi Camí), y de varias otras sustancias psicodélicas como psilocibina, MDMA, Ketamina, LSD (por Manel Barbanoj & Franz Wollenveider o Gouzoulis-Mayfrank). Pero sin obtener inicialmente el gran impacto (que llegaría años después) en una comunidad científica que todavía estaba muy influenciada por la visión sesgada de los psicodélicos que se había difundido y seguía difundiendo desde las posturas prohibicionistas.

El mayor interés científico empezó a despertar a partir del 2006, cuando Roland Griffiths, un importante investigador en el campo de la psicofarmacología y las adicciones de la prestigiosa Universidad Johns Hopkins de EEUU y su equipo publicaron un estudio [5] en el que simplemente daban psilocibina (el principio activo estable principal de las «setas mágicas«) o placebo a un grupo de personas en un entorno controlado y bajo supervisión profesional directa para, después de la experiencia, evaluar qué habían vivido y si se habían producido cambios duraderos en su estado de ánimo. Dos tercios de las personas que participaron en el estudio clasificaron la experiencia psicodélica con psilocibina como la primera o entre las 5 experiencias más importantes y significativas de su vida, al nivel del nacimiento de un primer bebé o el fallecimiento de un familiar cercano, incluso un tercio la clasificaron como la experiencia más importante y significativa de sus vidas. Además, tanto quienes participaron en el estudio como sus familiares, amistades, parejas, etc. atestiguaron que se habían producido cambios positivos y duraderos en diferentes aspectos del bienestar personal y emocional que perduraron durante meses.

Este estudio y los sorprendentes resultados obtenidos con una intervención tan sencilla, pese a no ser los primeros, fueron muy publicitados y tuvieron un gran impacto en la comunidad científica, permitiendo que equipos investigadores de diversos centros de gran prestigio científico (Johns Hopkins University, Imperial College London, New York University, UCLA, Universidad de Zurich, Hopital San Pau, etc.), se sumasen al campo junto con los equipos ya existentes y organizaciones científico-activistas como MAPS (Multidisciplinary Association for Psychedelic Research), Heffter Research Institute, Beckley Foundation, o aquí en España ICEERS (International Center for Ethnobotanical Education, Research and Service), que llevaban años clamando por más investigación en el uso terapéutico de los psicodélicos, y desde entonces están impulsando enormemente el campo de estudio de los psicodélicos y concretamente el desarrollo de la psicoterapia asistida con psicodélicos, en un momento en el que nos enfrentamos a una auténtica epidemia en el campo de la salud mental, donde trastornos tan difíciles de tratar como la depresión, la ansiedad o las adicciones se han convertido en la primera causa de discapacidad a nivel mundial [6] (y ahora con la pandemia del COVID19 que estamos viviendo, estos números seguirán creciendo aún más deprisa probablemente [7]) mientras que los tratamientos convencionales actuales no siempre consiguen tasas de eficacia y eficiencia suficientes para frenar este incremento en problemas de salud mental y en muchos casos acarrean problemas de seguridad y efectos.

La psicoterapia asistida por psicodélicos es un modelo de tratamiento en el cual se administra un psicodélico en un contexto terapéutico controlado, bajo supervisión directa de profesionales y como parte de un tratamiento de psicoterapia más amplio. Dado que los psicodélicos son sustancias muy seguras a nivel fisiológico pero tienen riesgos en el plano psicológico, sobretodo en determinadas personas, se administran solo a pacientes que ya han intentado otros tratamientos sin éxito, que han pasado por un proceso de cribado psicológico para descartar enfermedades latentes como trastornos psicóticos o bipolaridad, y que se someten a unas sesiones de preparación psicológica previa a la experiencia psicodélica [8]. Tras la experiencia, en la cual la persona ha estado con los ojos cerrados y música puesta, y en compañía y supervisión de un equipo de profesionales, se hace un proceso de integración que es crucial para trabajar con todo el material que ha emergido durante la experiencia psicodélica. Lo importante de este modelo de tratamiento es que, a diferencia de los tratamientos actuales con antidepresivos o ansiolíticos donde el fármaco se toma de forma diaria y “enmascara” los síntomas, en la psicoterapia asistida con psicodélicos la sustancia solo se administra en una o dos sesiones a lo largo de un tratamiento psicoterapéutico, y en esas sesiones se busca inducir una experiencia transformadora cuyos resultados terapéuticos sean duraderos una vez termine la terapia, es decir: El psicodélico solo actuaría como un “catalizador” facilitando esa experiencia transformadora y duradera, facilitando el acceso a la raíz del problema y permitiendo a terapeuta y paciente trabajar en él.

Autoría: Matthew W. Johnson

Y, efectivamente, la mayor parte de estas investigaciones están arrojando como conclusión que los psicodélicos, administrados en un contexto de psicoterapia bajo supervisión profesional directa en un entorno controlado, son capaces de catalizar dichas experiencias transformadoras asociadas con resultados terapéuticos duraderos, de una forma segura, rápida y muy eficaz [9], por lo que permiten la remisión completa o parcial de algunos trastornos mentales como la depresión, la ansiedad, el estrés post-traumático y las adicciones, en pacientes que no mejoran con las terapias convencionales. Pacientes que a día de hoy suelen necesitar procesos terapéuticos muy largos, costosos y tratamientos farmacológicos de larga duración y efectos secundarios. Siguiendo estas pautas de control y supervisión, las tasas de seguridad, efectividad y durabilidad que se están alcanzando en las investigaciones están incluso por encima de los mejores tratamientos actuales, con menos efectos secundarios y en mucho menor tiempo, aunque todavía se requiere más investigación para cimentar estos resultados [10,11].

Desgraciadamente, hasta hace muy poco, esta investigación ha encontrado todo tipo de escollos y dificultades para desarrollarse, en la mayoría de los casos por razones ajenas a la ciencia. Sin ir más lejos, aquí en España un prometedor estudio en la seguridad y eficacia de la psicoterapia asistida con MDMA en mujeres que sufrían de estrés post traumático tras una violación, liderado por Jose Carlos Bouso (actual director científico de ICEERS), que se había iniciado en el año 2000 y que era el primero de MDMA terapéutico a nivel mundial, fue abruptamente suspendido antes de su finalización por presiones políticas [12] en el año 2002.

Afortunadamente, en la actualidad nos encontramos en un contexto muy diferente al que teníamos en los años 60-70-80 cuando se prohibieron la mayoría de estas sustancias o al de hace 20 años. Ahora, además de esa mayor necesidad de innovación derivada del contexto epidemiológico, los conocimientos sobre el cerebro, la psicofarmacología de estas sustancias y las técnicas de neuroimagen han avanzado, permitiéndonos conocer mucho mejor cómo funcionan estas sustancias y cómo optimizar su potencial terapéutico con el menor riesgo para pacientes. Además, gracias a este desarrollo científico unido a un mejor acceso a la información y a la experiencia de los procesos reguladores previos como el del cannabis medicinal, los estigmas en torno a la investigación con psicodélicos están desapareciendo, haciendo que los impedimentos legales, económicos, técnicos y sociales originales ahora se estén convirtiendo en facilidades. Como muestra el hecho de que la FDA (Food and Drug Administration) de EEUU esté aprobando la designación de “terapia innovadora” (breakthrough therapy) para muchos de estos ensayos en base a su seguridad y eficacia, acelerando su desarrollo y autorización médica. Ahora todo este campo se está viendo impulsado enormemente con hitos que serían inimaginables hace tan solo 5 años:

  • La MDMA, de la mano de la ONG MAPS, ya está concluyendo la Fase III de ensayos clínicos para el tratamiento del síndrome de estrés post-traumático, lo que podría hacer que estuviese autorizada para uso médico controlado en 2023.
  • La psilocibina, de la mano de la farmacéutica Compass Pathways, ya está en Fase III de ensayos clínicos para el tratamiento de la depresión y podría autorizarse para uso médico controlado en torno a 2025.
  • La Esketamina (enantiómero de la ketamina), de la mano de la farmacéutica Janssen, ya ha sido autorizada en 2019 para el tratamiento de la depresión y se comercializa para uso médico con el nombre de Spravato® en forma de espray nasal.
  • Y hay otras muchas indicaciones terapéuticas (adicciones, ansiedad social, anorexia, acúfenos, fobias, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo, demencia, Alzheimer, tartamudez, cuidados paliativos, dolor crónico, etc.) que se están explorando actualmente con varias sustancias psicodélicas (ibogaína, DMT – Ayahuasca, LSD, 5-MeO-DMT, psilocibina, MDMA) y se encuentran en diferentes estados y fases de desarrollo y autorización, por lo que esta revolución en la investigación y uso médico de los psicodélicos no ha hecho más que empezar.

En definitiva, actualmente nos encontramos en un momento dorado para la investigación con psicodélicos, momento que el primer artículo publicado en un medio mainstream de relevancia sobre el tema en 2010 bautizó como “El Renacimiento Psicodélico” (“The Psychedelic Renaissance” [13]), dando nombre a esta revolución en la investigación, y que daría origen a lo que estamos viendo a día de hoy también en otros ámbitos, porque al igual que ya sucedió en los años 60 y 70, este movimiento originalmente investigador ya está permeando social y culturalmente en ámbitos muy diversos e impulsando nuevas iniciativas empresariales, tecnológicas, culturales, divulgativas y legales.

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Autoría: MarshalN20

Aunque el modelo terapéutico de la psicoterapia asistida con psicodélicos puede parecer menos rentable debido a que la sustancia psicodélica solo se administra en un par de ocasiones a lo largo del tratamiento (frente al uso diario de los tratamientos con antidepresivos o ansiolíticos) y con menos oportunidades de patentar debido a que la mayoría de las sustancias psicodélicas clásicas o son naturales o ya no tienen patente. Ello no ha impedido la aparición de startups y empresas farmacéuticas como Compass Pathways, MindMed, Cybin, Atai, Numinus, Havn life, BetterLife Pharma o Mydecine, que incluso están consiguiendo grandes resultados en Wall Street obteniendo miles de millones de dólares en financiación, lo que muestra el interés que hay en este campo y predicen su desarrollo en el futuro. No obstante, aún se necesita más investigación sobre estos tratamientos, una mejor regulación y financiación de los mismos, así como profundizar en los debates sobre la futura co-existencia de los modelos comerciales regulados y medicalizados con las prácticas ancestrales culturales de uso de psicodélicos.

Parecido a lo que ya pasó con el cannabis hace 25 años, ahora estamos asistiendo también a un número de iniciativas legales populares que están facilitando el uso terapéutico y descriminalizando la tenencia y uso de psicodélicos en varias ciudades y estados de EEUU (como Oregón, Colorado, Massachusetts y California). Y es que, en algunos aspectos, los psicodélicos parecen estar siguiendo una evolución similar a la del cannabis terapéutico en su día, aunque, dadas sus características, se persiguen modelos y objetivos diferentes.

El “turismo psicodélico” gestionado por grandes empresas como Synthesis y grupos que ofrecen retiros con toma de Ayahuasca y otros compuestos psicodélicos, o la posibilidad de participar en ceremonias, a día de hoy son muy accesibles y sus servicios son demandados por muchas personas con perfiles variados, incluyendo “celebrities” o CEOs. También se han establecido modernas clínicas que ya trabajan legalmente con ketamina y ofrecen sus servicios de un modo muy profesionalizado, como las de Field Trip Health. Pero no solo se buscan experiencias transformadoras sino que existen prácticas como el “microdosing”, que consiste en el consumo de psicodélicos en pequeñísimas dosis y días alternos (u otros regímenes) entre profesionales y startups en busca de mejoras en la productividad, el bienestar y la creatividad laboral, una práctica visibilizada en medios de comunicación como muy habitual en el ecosistema de innovación de Silicon Valley y las startups (incluso ya se ha producido un despido de alto nivel por ello), que ya cuenta con algunos recursos dedicados en exclusiva a ello como The Third Wave, aunque con pocas evidencias todavía y muchas incógnitas acerca de su efectividad real [14].

A través de internet y de los diversos medios de comunicación también se están visibilizando y/o formando algunas personalidades de este movimiento. Sin ir más lejos, hace unos días se publicó una lista de las 100 personas vivas más influyentes del renacimiento psicodélico a día de hoy, que, con un fuerte sesgo estadounidense y sin incluir a la mayoría de quienes estaban al principio de la investigación (algunas personas ya mencionadas más arriba del presente artículo), lista a quienes consideran más influyentes a día hoy: científico-activistas que marcaron el inicio del movimiento y siguen teniendo un enorme impacto como Rick Doblin (fundador de MAPS), David Nichols (fundador del Heffter Research Institute), Amanda Feilding (fundadora de la Beckley Foundation), Stanislav Grof (fundador de la psicología transpersonal), James Fadiman (Institute of Transpersonal Psychology & Sofia University) o el micólogo Paul Stamets (Fungi Perfecti); grandes figuras de la comunicación y simpatizantes de relevancia a día de hoy como Tim Ferriss (The Tim Ferriss Show), Joe Rogan (The Joe Rogan Experience, UFC), Sam Harris (Making Sense Podcast), Jordan B Peterson; escritores y periodistas como Michael Pollan, Hamilton Morris (Vice) y artistas como Alex Grey; deportistas de fama como Mike Tyson y Lamar Odom; filántropos, inversores, empresarios, multimillonarios e incluso políticos como el casi-candidato presidencial de EEUU Andrew Yang. También menciona algunas personalidades del mundo de la ciencia psicodélica presente como Robin Carhart-Harris (Imperial College London), Rick Strassman (University of New Mexico), David Nutt (Imperial College London), Rosalind Watts (Imperial College London), Matthew Johnson (Johns Hopkins University), Roland Griffiths (Johns Hopkins University), Ben Sessa (Awakn), etc. aunque dejándose en el tintero a un gran número de personas muy importantes a nivel científico aunque menos visibilizadas.

El creciente interés de la sociedad en el campo de los psicodélicos, está estimulando que aparezcan cada vez más iniciativas de divulgación en este ámbito (nuevos medios de comunicación como Psychedelic Times, revistas como DoubleBlind Mag, documentales en Netflix como Have a Good Trip, libros bestseller como How to change your mind, podcasts como The Joe Rogan Experience o Psychedelics Today,  apps como Mindleap Health y miles de artículos sobre el tema) y se publiquen más noticias relacionadas en medios de comunicación “generalistas” considerados mainstream como The New York Times, CNN, BBC, Washington Post, El País, El Mundo, La Vanguardia,… Asimismo, cada vez más organizaciones y universidades crean cursos, centros y grupos específicos de formación y trabajo con psicodélicos. También, las “sociedades psicodélicas” florecen en la mayoría de las ciudades del mundo, incluidas las de España, permitiendo a cualquier persona con interés unirse, aprender y tomar parte en este renacimiento. Todo ello, unido a la difusión de información descentralizada que permite internet y los foros, ha dado acceso a la población general a mucha información de primera mano sobre estas sustancias, gracias a recursos como PsychonautWiki, TripSit, Erowid, Bluelight, Drugs-Forum o Energy Control cualquier persona de fuera del ámbito académico puede acceder a información científica sobre sustancias y reducción de riesgos al usarlas, que hace años habría sido muy difícil de encontrar.

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Autoría: Curti Simmons

Antes de la pandemia, la popularidad de festivales de temática psicodélica como Burning Man, BOOM, Psy-Fi o O.Z.O.R.A Festival estaba en máximos, así como la demanda de servicios de reducción de riesgos y cuidado de viajes difíciles (conocidos como tripsitting) que llevan a cabo organizaciones que surgieron en el seno de dichos festivales, como Kosmicare o Zendo project, y nuevos modelos como la tele-asistencia en viajes difíciles de Fireside Project o TripSit, que se unen a otras herramientas de reducción de riesgos imprescindibles como la información y el análisis de drogas de organizaciones como Energy Control. Pero no son los festivales los únicos espacios de encuentro de aquellas personas “simpatizantes” de este movimiento y especialmente de quienes tienen un interés más científico, sino que se han ido organizando una creciente retahíla de conferencias, convenciones y congresos científicos anuales para servir como espacio de encuentro y difusión de los últimos avances en el campo (Psychedelic Science, Breaking Convention, ICPR, Horizons, World Ayahuasca Conference, Beyond Psychedelics, etc.).

Este renacimiento ya cuenta incluso con su día de celebración internacional, motivo de todo tipo de encuentros y celebraciones: el 19 de abril, conocido mundialmente como “bicycle day” o día de la bicicleta, en el que se conmemora el viaje en bicicleta que hizo Albert Hofmann en Basilea, Suiza, el 19 de abril de 1943 desde su laboratorio a casa cuando empezaba a encontrarse “raro” después de haber ingerido por primera vez en la historia una dosis de un compuesto que acababa de sintetizar por segunda vez en su laboratorio: la dietilamida del ácido lisérgico, a la postre conocida como LSD y que sería comercializada por Sandoz bajo el nombre de Delysid®, dando origen a la primera revolución psicodélica.

Pese a que lo lógico sería pensar que todo esto está produciendo un notable incremento de consumo de psicodélicos en la población general, así como a la popularización de la cultura psiconáutica y de la psicoterapia asistida con psicodélicos “DIY” (do it yourself), de momento es complicado saber con exactitud la magnitud de este fenómeno a ese nivel. Sabemos que es un tema del que ya se está hablando con mayor interés en foros y suscitando más preguntas, habiendo cada vez más facilidades para difundir y acceder a información de cómo cultivar setas en casa o extraer DMT, con la posibilidad de encontrar fácilmente empresas que facilitan esta labor de obtención casera para consumo propio. En los últimos años, esta revolución también está coincidiendo con un incremento en la disponibilidad y pureza de psicodélicos como la LSD, la MDMA y la DMT en el mercado no regulado, así como la aparición de nuevas sustancias psicodélicas sintéticas no fiscalizadas y muy accesibles como la 1P-LSD y 4-AcO-DMT, que pueden ser indicadores de una mayor demanda o consumo que parece seguro que se está dando, todavía no tenemos herramientas para cuantificar con precisión.

Pero lo que sí que parece claro es que esta rápida popularización en occidente, donde todavía no existe un manejo tradicional de las sustancias psicodélicas, y su consiguiente uso fuera de entornos clínicos controlados podría llevarnos a repetir la historia. No debemos olvidar que los psicodélicos “clásicos”, pese a ser sustancias farmacológicamente seguras en el plano fisiológico, en el psicológico pueden tener grandes riesgos si se administran sin un cribado previo que descarte propensión a psicosis o bipolaridad, sin una preparación previa, en un contexto sin un control adecuado por parte de profesionales o sin una integración posterior de la experiencia. 

Autoría: DEA

Es por ello que la pregunta que tal vez debamos hacernos ahora y que no podemos responder todavía es, dado que el uso de psicodélicos en el ámbito terapéutico está a punto de ser una realidad muy presente en el mundo clínico diario, ¿Estará la sociedad preparada ya para integrar los psicodélicos en nuestra cultura, aprovechando sus potencialidades y minimizando sus riesgos, o volveremos a repetir la historia de hace medio siglo?

Antón Gómez-Escolar, MSc, MA
Analista científico, investigador y formador en psicofarmacología, psicodélicos y reducción de riesgos. Co-fundador de la Sociedad Psicodélica de Madrid y colaborador de Energy Control. Máster en Psicofarmacología y Drogas de Abuso.

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