La reciente incautación por parte de la Policía Nacional de un alijo de heroína en comprimidos supone un hecho inédito en el mercado de drogas en España. Según la información facilitada por el Ministerio del Interior, se trata de la primera vez que esta sustancia se detecta en formato de pastilla, una presentación muy poco habitual para un opioide tradicionalmente asociado al polvo marrón o blanco y a vías de consumo como la fumada o la inyectada.
Este hallazgo resulta, cuando menos, desconcertante y abre numerosas preguntas sobre los cambios en los mercados de drogas, las estrategias de distribución y los riesgos asociados a nuevas presentaciones.

¿Por qué heroína en pastillas?
Desde un punto de vista farmacológico, la heroína consumida por vía oral es menos eficaz que cuando se administra por otras vías. Los efectos tardan más en aparecer, parte de la sustancia se degrada en el aparato digestivo y, en general, la intensidad de los efectos es menor. Esto hace que, a priori, el formato comprimido no parezca especialmente atractivo para personas consumidoras habituadas a vías como la fumada o la inyección.
Sin embargo, el mercado de drogas no se mueve únicamente por la potencia o la eficacia farmacológica. Una posible explicación para este formato es la búsqueda de nuevos nichos de consumo. Las pastillas pueden resultar más aceptables para personas que rechazan las vías tradicionales asociadas a la heroína, ya sea por los riesgos que implican, por motivos de salud o por la fuerte carga de estigmatización social que conllevan.
Además, el comprimido puede percibirse como una forma de consumo más «controlada» o más cercana a la lógica del medicamento, una narrativa que ya se ha observado en otros mercados y con otras sustancias.
Riesgos que no desaparecen
Aunque podrían pensarse que el riesgo de sobredosis es menor al consumir heroína por vía oral, esta supuesta ventaja es muy relativa. En primer lugar, el contenido real de los comprimidos es desconocido: no se sabe cuánta heroína contienen ni si incluyen otros opioides más potentes o sustancias añadidas.
Por otro lado, el riesgo aumenta de forma significativa cuando se combina con otras sustancias depresoras del sistema nervioso central, como el alcohol, las benzodiacepinas o ciertos medicamentos. Estas mezclas pueden potenciar la depresión respiratoria y anular cualquier falsa sensación de seguridad asociada al formato.
Riesgos específicos de la vía oral
La vía oral no está exenta de riesgos. El paso de la heroína y sus metabolitos por el sistema digestivo puede provocar problemas gastrointestinales, como náuseas, vómitos o estreñimiento severo, y supone una carga adicional para el hígado, encargado de metabolizar la sustancia. En personas con patologías hepáticas previas, este riesgo puede ser mayor.
Además, al tratarse de una vía con un inicio de efectos más lento, existe el peligro de redosificación: consumir más cantidad al no notar efectos inmediatos, lo que puede acabar derivando en una intoxicación una vez la sustancia empieza a hacer efecto.
Un formato con menor carga simbólica
Otro elemento clave es el contexto de uso. El formato pastilla tiene una menor carga simbólica negativa que el polvo o la jeringuilla y puede introducirse más fácilmente en entornos donde la heroína no ha estado tradicionalmente presente. Esto podría facilitar su entrada en contextos recreativos o entre personas sin experiencia previa con opioides, incrementando los riesgos asociados al desconocimiento de la sustancia.
Reflexión final
La aparición de heroína en comprimidos no elimina los riesgos asociados a esta sustancia, pero sí los reconfigura. Nos encontramos ante un ejemplo más de cómo los mercadeos de drogas se adaptan, innovan y buscan nuevas vías de expansión.
Desde la reducción de riesgos y daños, es fundamental no caer en la trampa de asociar nuevos formatos con mayor seguridad. La información, la prudencia y la atención a las mezclas siguen siendo claves para minimizar daños, especialmente ante presentaciones inéditas que pueden generar falsas sensaciones de control.










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