En junio de 2023, ABC informaba de la detención de dos personas a las que intervinieron 525 comprimidos de Rivotril y 17 recetas falsas. A partir de ese momento, diferentes medios comenzaron a hacerse eco, más que de la detención, de la supuesta amenaza que supone el karkubi. Fue posiblemente una consecuencia del titular del artículo en ABC (“El karkubi, la ‘droga de los pobres’, aterriza en Madrid con el tráfico de ansiolíticos”). Pero también a la relación que establecía con el consumo de Rivotril combinado con hachís. Se trataría de una práctica procedente de Marruecos y que, según el artículo, “está ocurriendo ya en nuestras calles”.
Pero, ¿qué es el karkubi? ¿Qué hay de cierto en lo vertido en los medios de comunicación? Como ya se imaginarán que la respuesta es poco, ¿qué problemas hay con el tratamiento informativo de este fenómeno? Vamos a verlo.
El Karkubi y el Rivotril
El Rivotril es uno de los nombres comerciales del clonazepam, una benzodiacepina. Sin embargo, parece haber una cierta confusión con respecto a qué debe entenderse por karkubi. Los medios españoles se afanan en definir el karkubi como una droga formada por la combinación de medicamentos con hachís, alcohol y, a veces, pegamento. Pero otros informes lo identifican como el nombre coloquial con el que se conoce al Rivotril en el norte de África, especialmente en Marruecos.

El comercio ilícito de clonazepam desde Argelia a Marruecos, o desde España a Marruecos, es un fenómeno bien documentado. De hecho, se han publicado diferentes informes y desde hace ya varios años (e.g., Hanlon y Herbert, 2015; Herbert y Gallien, 2020). Sin embargo, no es la única sustancia de la que se conoce un tráfico ilícito en la región. Tanto las autoridades marroquíes como las argelinas suelen intervenir grandes cantidades de otros medicamentos como el tramadol, el diazepam, la buprenorfina o el sildenafilo.
Según Herbert y Gallien (2020), existen tres métodos principales por los que estos medicamentos entran en la región. Estos serían la desviación de fuentes legales, el transporte a pequeña escala desde el extranjero, y la distribución ilegal de grandes cantidades (toneladas). El primero de ellos es el más habitual por el bajo precio que tienen estos medicamentos en países como Argelia. Ello favorecería que haya personas que opten por su tráfico ilícito como medio de subsistencia. Con respecto al segundo, a pesar de no existir grandes organizaciones criminales dedicadas a ello, existen pequeños grupos que transportan medicamentos desde Europa, España incluida. Finalmente, el tercer método parece tener escasa relevancia.

Aparte de noticias sensacionalistas y relatos de profesionales de la salud mental, la información sobre el consumo de clonazepam sin receta en Marruecos es limitada. En un informe de 2017, el Departamento de Estado de EEUU mencionaba que el karkubi era la segunda droga más usada en Marruecos. Sin embargo, no aportaba referencia alguna para conocer de dónde se extraía ese dato. Un estudio de 2021 encontró que el 96,8 % reconocía el consumo de clonazepam y el 81,96 % el de tramadol (Moussadak et al., 2021).
En la última encuesta ESPAD 2021 (entre escolares con edades comprendidas entre los 11 y los 25 años de edad), se encontró que el 10,4 % reconoció haber consumido tranquilizantes o sedantes sin receta alguna vez en la vida, un 5,9 en los últimos 12 meses, y un 4,6 en el último mes (El Omari y Toufiq, 2021). Algunos informes también sugieren que, entre personas con pocos recursos económicos, el clonazepam se combina con hachís, aunque no existen estadísticas al respecto.
Los mitos
Esta falta de información sobre el consumo de clonazepam es posiblemente la razón de que se hayan instaurado algunos mitos en relación a dicho consumo. Así, un muy persistente es el que relaciona el consumo de clonazepam con episodios violentos. En 2018, un artículo en Alarabiya News decía que, “dado que los usuarios se desilusionan al sentirse invencibles, la droga es conocida principalmente por su siniestro efecto secundario, la violencia”.

Ese mismo año, World Cruch en colaboración con Le Monde, citaba el caso de un chico que, bajo los efectos del karkubi, acuchilló a su propia madre y, tras el suceso, no recordaba absolutamente nada. Otros informes también mencionan un aumento de los asaltos violentos a farmacias con el objetivo de robar el medicamento (Herbert y Gallien, 2020). Sin embargo, no se conoce el alcance real de estos episodios violentos y, dado lo extendido del consumo de clonazepam, es de suponer que, en caso de producirse, solo se da en una pequeña proporción de casos. Esto no ha impedido que el argumento de la violencia sea repetido en los medios de comunicación e, incluso, haya llevado a la creación de nuevos apelativos para el karkubi como el de la “droga Rambo” (Kadiri, 2018).
La situación en España
En España, el tráfico ilícito de clonazepam es conocido desde hace muchos años. La hemeroteca está llena de noticias sobre actuaciones policiales que culminan con el decomiso de diversas cantidades de Rivotril. Y también de recetas falsas destinadas a su adquisición en el mercado lícito. En algunos lugares, también se han producido episodios violentos hacia profesionales sanitarios. De hecho, en 2019, la Comisión de Farmacia y Terapéutica del Servicio Murciano de Salud puso en marcha diferentes actuaciones dirigidas a reducir las agresiones y amenazas a profesionales de los centros de Atención Primaria y las recetas falsas de clonazepam. Entre estas medidas se encontraban la inclusión de las prescripciones en receta electrónica, el establecimiento de un número máximo de envases por paciente y mes, y que las prescripciones fueran hechas solamente por profesionales de Neurología, Psiquiatría y Medicina Interna.

En cuanto a su consumo, existen muy pocos datos en España. En Cataluña, el Observatorio de Medicamentos de Abuso encontró que, entre 2020 y 2021, las benzodiacepinas representaron el 40,8 % de las 677 notificaciones de abuso o mal uso de medicamentos. El clonazepam se mencionó en el 44,2 % de las notificaciones relacionadas con benzodiacepinas. Aunque no desagrega por fármacos concretos y utiliza una categoría genérica de “hipnosedantes”, las estadísticas elaboradas por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas ayudan a tener una idea del consumo de este tipo de medicamentos sin receta. El 4,8 % de la población de 15 a 64 años reconoce haberlos consumido sin receta alguna vez en la vida, el 1,8 en los últimos doce meses, y 0,8 % en los últimos 30 días. La edad de inicio se sitúa en los 29,8 años, siendo las mujeres quienes empiezan a consumir de forma más temprana.
El Karkubi en los medios
Retomando la noticia con la que abríamos este artículo, hemos vuelto a asistir a un nuevo despliegue de la capacidad de los medios de comunicación para crear pánicos donde no los hay. Y no solo eso. La denominación más utilizada por los medios ha sido la de “droga de los pobres”. Se utiliza un lenguaje que produce un triple estigma: hacia las personas con pocos recursos económicos, hacia las personas originarias de Marruecos y, finalmente, hacia las personas que usan drogas.
Además de repetir mitos, como el de la violencia, o llevarlos al extremo como el caso de un portavoz policial que llegó a decir que “provoca conductas psicópatas en jóvenes”, los medios han desenfocado de manera importante el fenómeno. En lugar de centrarse en el tráfico ilícito de Rivotril, que en muchas ocasiones tiene como destino a Marruecos aunque, en otras, es para el consumo interno tanto de personas españolas como de marroquíes en nuestro país, los medios han preferido sustentar sus afirmaciones en noticias que aportan poca información sobre el consumo y solo repiten las mismas informaciones una y otra vez. Este sensacionalismo no es nuevo.
Ya en 2017, el periódico El Mundo hablaba de “la pastilla roja que excita a los marroquíes” y, ese mismo año, EFE recogía el testimonio de un doctor de un Centro Especializado en Adicciones de Casablanca según el cual “los consumidores de psicotrópicos pueden sumergirse en efectos secundarios que conducen a la amnesia, la automutilación e ideas suicidas e incluso asesinas” para acabar apostillando que “el uso de psicotrópicos está estrechamente relacionado con la miseria social o afectiva, que transforma al individuo en animal”. Está claro que efectos tan graves sobre la conducta deberían haber causado un apocalipsis teniendo en cuenta la extensión de su consumo. Pero no parece que haya sido así.
En conclusión, algunos medios de comunicación en España se nutren de un fenómeno localizado en el norte de África (el consumo y tráfico ilícito de clonazepam). Con él, alimentan el sensacionalismo con el que suelen abordar los asuntos relacionados con las drogas. En este caso, se dan los ingredientes habituales. Se usa un nombre estigmatizante (“la droga de los pobres”) y se reproducen de forma constante informaciones sin contrastar, como la que relaciona el karkubi con violencia extrema. Se hace un uso casi exclusivo de las fuentes policiales, que solo nos sirven para constatar el tráfico ilícito de Rivotril existente en nuestro país desde hace años.
Nada indica que estemos ante un fenómeno de las magnitudes expresadas en los medios. Y, de darse, todo apunta a que el consumo de karkubi en personas originarias de Marruecos es minoritario. Así, de hecho, lo manifestó el propio Instituto Nacional de Toxicología en respuesta a una solicitud de información del Área de Sanidad de la Delegación del Gobierno de Aragón y que nadie parece haber tenido en cuenta.
Una versión inicial de este artículo se publicó en el número 231 de la Revista Cannabis Magazine.
Referencias
El Omari, F., y Toufiq, J. (2021). Evaluation de l’usage de substances psychoactives et du comportement addictif auprès des élèves scolarisés au Maroc: L’enquête Nationale MedSPAD-IV MAROC 2021.
Hanlon, Q., y Herbert, M. (2015). Border security challenges in the Grand Maghreb. Washington: United States Institute of Peace.
Herbert, M., y Gallien, M. (2020). A rising tide: trends in production, trafficking and consumption of drugs in North Africa. Ginebra: Global Initiative Against Transnational Organized Crime.
Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses. Memoria 2020 del Servicio de Información Toxicológica. Madrid: Ministerio de Justicia.
Kadiri, G. (2018). Potent new ‘Rambo’ drug finds fertile ground in Casablanca. WorldCrunch, 18 de marzo de 2018. Moussadak, A., et al. (2021). Toxicovigilance: the misuse of psychotropic drugs in Morocco. Results of a survey conducted in Casablanca. E3S Web of Conferences, 319, 01056.
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